Cuando no sabes a dónde mirar, ni a quién. A dónde caminar ni con quién. Cuando gritas un "tierra trágame" y te das cuenta que el único que tiene que tragar aquí eres tú. Que nadie lo va a hacer por ti, que puedes hacer las cosas mejor o peor y tienes dos salidas: quedarte ahí o seguir caminando.
Si estás mal no lo pagues con los demás porque ellos serán los que apuesten por ti. Los que te empujan y te atan los cordones si hace falta. A veces solo necesitamos que esa fuerza que nos falta nos la den los que más nos dan. Deja de centrarte en lo qué no está y valora lo que tienes, que el apoyo que no tengas por un lado se recompense por el otro.
Es imprescindible tocar fondo para salir lo más alto posible.
Es ahí cuando tienes que armarte de valor y dar ese primer paso indeciso sin saber muy bien que estamos escogiendo con él. Si es adecuado o no lo es. Arriesgándote a cometer ese error que siempre cometemos que es darlo mirando hacia atrás, sabiendo que así no avanzamos, pues de sobra sabemos qué camino pisado, pasado es.
Lo hagas como lo hagas que sea lo que tú quieras, lo que tú decidas con quien tú decidas y a donde tú corazón te diga.
Porque a donde el corazón se inclina el pie camina.