Friday, 10 April 2020

Nunca sabes cuando va a ser la ultima vez de algo.

No sé cuando fue la ultima vez exacta que abracé a mi compañera de piso, ni cuando besé a mi madre de manera natural sin motivo de una despedida. No sé cuando me tomé la ultima caña al sol servida por un camarera o camarero simpático. Ni tampoco recuerdo fecha y hora del último café con mis compañeras, ni cundo fue el último día que mis niños me abrazaban sin porqué en uno de esos recreos. No se cuando fueron los últimos bailes con mis amigas, ni que día exacto fue el último que las vi. 

Creí haber vivido todos y cada uno de esos momentos con intensidad. Aunque visto lo visto, no con la atención que se merecían. 

Es irónico, pero hemos ido simplificando momentos sin procesar que son lo realmente complejos para hacerlo. Como si de comprimir archivos se tratase. Tan solo nos queda ese vago recuerdo. Y ahora no hay quien los descomprima y los recupere a su versión original.

Tampoco se muy bien por donde empezar, porque de momento tampoco se cómo va a terminar. 

Lo que sí se, y lo que desde luego está claro aquí. Es que yo tenía un viaje previo a todo esta pesadilla hecha realidad. Iba a Canarias a visitar a mi amiga. Y a su vez, todo lo que la hace brillar tan bonito cuando habla de ello; su isla, su gente, su familia, sus papas con mojo, la tarta de su mami, sus carnavales y el calor que más que el que hace, es el que allí todos desprenden. 
Ese del que ella tanto me hablaba a dos bajo cero en Granada, mientras hacíamos alguno de esos trabajos por vocación, que nos han traído hasta aquí. 
Entonces llegó el día de mi visita. Esa que ninguno esperaba que se diese en esta situación, ni parecida a la que hemos vivido. 
Y si. Se podría decir que fui de visite y me quedé.

Todo empezó dos días más tarde del discursito del presidente. Cuando ya las circunstancias parecían lo más subreales posibles, van y empeoran. 
Tan solo un día antes de mi vuelta, Vueling me realiza una inusual llamada ante las circunstancias de una posible cancelación y las recomendaciones del no volar, al ser los aeropuertos el mayor foco de infección. Dejando a mi libre elección una decisión que más que eso, sería un cargo, el cual éticamente tan solo estaría justificado por fuerza mayor. Un cargo que ya no solo me afectaría a mí, si no en los daños a personas que podría ocasionar, y no obstante aquel que yo supondría para esa familia de mi amiga si me decidiese quedar.  

Esa decisión tan consecuente que ese día debía tomar, repercutiría en mi a lo largo de esta cuarentena. Que tuvo ahí su principio y aún no veo la fecha de caducidad.

Una odisea moral acababa de dar sus primeros comienzos. Mi egoísmo interno me pasaba factura, empujándome a una vuelta a casa sin mirada atrás. Sin importar esos daños que pudiese ocasionar al contagiarme y portarlo a desconocidos o a familiares al llegar. Dejando así todo a un lado, obviando que a mí no me iba a pasar. 
Por otro lado me pegaban un bofetón mis principios y la realidad. Que en mi decisión ya no sólo exponía mi salud, si no que al arriesgar la mía, pondría en juego la de los demás. El miedo me frenaba y me refugié en las respuestas de familiares y amigos. Como si ellos fuesen a darme la respuesta que yo quería escuchar. Pero la realidad era que yo contaba con ella desde el principio, aunque las circunstancias adversas las quisieran tapar. 

A parte de toda la movida, y todas las medidas estrictas que se estaban comenzando a dar. Yo contaba con unas cuantas circunstancias adversas más. No estaba en casa, ni con mi familia. Y eso era difícil de llevar.
Había que poner a mi amiga en situación, teniendo en cuenta que a sus familiares los conocía de hace apenas unos días. 
Y sin embargo fueron ellos los que me llevaron a tomar la decisión. Sensatamente y sin dudarlo opinaban que quedarme y dejar que pasará todo un poco era la mejor opción. Y esperar volver con más seguridad y cuidado que en esta situación.
De hecho, de no haber decidido quedarme y perder ese vuelo, habría traicionado mi propio sentido moral. El cual ellos me ayudaron a apoyar.

Aquí empezó todo. Pasaron de un suyo, a un nuestro. Incluyéndome en el pack. Y ahí estaba yo, con una mano delante y otra detrás. Sin fecha de vuelta por confirmar y con más miedo que valor ante la incertidumbre de un:
"¿QUÉ PASARÁ?" Con todo. 
Tanto en mi vida, la de los míos y la de los demás. 
Eso sí, con un apoyo extra que me había brindado la suerte con esta nueva familia. Que a pesar de ellos estar sufriéndolo igual, me aportaban sensación de unión, protección y seguridad.
Me cambiaron el vuelo a una fecha más segura para volar. Y sin notificación alguna me lo volvían a cancelar. Llamaba y sin respuestas. Y así sucesivamente. Fue pasando la cuarentena y yo aún no sabía cuándo iba a regresar.

Esto ha estado fuera del control de todos y aún así ellos lo han sabido, y ayudado a controlar. 
Dándome de todo lo suyo y más.
Me han dado sus camas, sus sofás, entretenimientos, me han hecho un hueco en la mesa y me han preparado todo tipo de comida gastronómica local, con cada plato a cual más lleno, más casero y más especial. 
Me han consolado, cuidado y mimado cuando ni un abrazo nos podíamos dar. Me han hecho reír hasta llorar incontables veces al día, en todos y cada uno de estos largos días.  
Lo más complicado de construir, nosotros con un simple trueque casero lo hemos llevado a su fin. Ellos me han regalado su confianza, a cambio de la mía.
Y más importante aún, hemos disfrutado de nuestra compañía y para mi, han hecho de una cuarentena unas vacaciones inolvidables.
Así que ante todo eso no puedo decir otra palabra que no sean unas infinitas GRACIAS.

Pero parecía que la luz al final del túnel empezaba a aparecer. Y entonces llegó el día.
Ese tan esperado en que la fecha de vuelta parecía que no se iba a cambiar. Llego el día que dejaría de ser una más en esa isla, para ser una menos. Y a su vez ser una más en mi hogar. Aquel que ahora también es suyo (de ella y su familia) allá donde esté yo. Cómo y cuándo sea. Cómo bien se ha dado en esta situación.
Somos humanos y esto nos lo ha recordado. Y que bonito que la humanidad sea lo que nos una. 
Que bonito que entre humanos nos enriquezcamos haciéndonos más humanos todavía. Y que sea eso lo que nos recuerde que lo realmente importante está en vivir la sencillez y disfrutarla. 

Porque ahora sí sé que aún sin saber cuál sería mi última vez de algo allí. He saboreado y disfrutado con ellos desde el primer día como si de los últimos se tratasen.

Y en todo mi viaje de vuelta mirando por esa ventana me di cuenta lo afortunada que había sido una vez más. Que darle tiempo al tiempo y esperar fue la mejor decisión que pude tomar. 
Me han sumado experiencias que no se pueden comprar. Jamás me hubiese llegado a plantear que volaría prácticamente sola en un vuelo comercial, pagado por una compañía low-cost.
Que mi destino no había estado en otras manos que no fuesen las del azar. Pero que manos joder. Que placer de catastróficas desdichas. Y que buenos enriquecimientos personales íbamos a ganar con toda esta adversidad. 
Pensaba en todas esa información que nos daban las noticias cada día, en los videos de esas familias encerradas, pero unidas, en los enfermos haciendo equipo con los médicos hacia un mismo fin y las víctimas. Esas que desafortunadamente ya no volverán. Y es que como bien he dicho antes Nunca sabemos cuando será la ultima vez de algo.
Ahora por fin estoy en casa, y eso es más que de apreciar. Voy a disfrutar de cada minuto que con mi madre pueda pasar. Porque sé que en todos esos días que ella va trabajar con esa armadura de enfermera nuclear, sabe que al llegar a casa su hija con un abrazo en forma de aplauso la esperará. 



Hay que aprender a apreciar, y no a cualquier precio.


Nuestra salud mental es la que ahora más que nunca debemos cultivar. Lo más importante es agradecer todo lo que tenemos y hemos experimentado a lo largo de nuestra vida.  Son tiempos de  reflexión y cultivo para nuestra autonomía personal. Empecemos por hacernos el bien a nosotros mismos y así se lo haremos a los demás, que los arreglos para el mundo ya vendrán detrás... 
Agradece tu bienestar, el de los tuyos y el que en un futuro debes pensar que tendrás. Ya que de él otros carecen y eso, eso también es de apreciar.


Me sumo a la resta de sumar. 
Por si hoy es la ultima vez de algo.
Por si mañana lo necesito recordar.

¿Y tú?