"He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón, se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos."
Esta es la evidencia del porque
me enamore de esta ciudad desde el momento en que la pisé por primera vez. No soy la única, ni tampoco la primera y me llena de orgullo y satisfacción que los que han estado conmigo aquí hayan caído envueltos también en su particular encanto.
Probablemente no sea tan importante el lugar, como lo que yo tuve en él. He pasado en esas tierras britanicas momentos inolvidables, y a pesar de no ser todos buenos porque tuve tiempos muy duros, todos, han sido participes de traerme hasta donde estoy. Sobre todo su gran influencia en hacerme ser, ser lo que soy.
Y por mucho que os intente explicar con palabras, es inexplicable el sentimiento que es para mí volver aquí. Al igual que de mi tierra llegue con las manos vacías, de aquí, me fui con el corazón lleno, lleno de gentes, experiencias, amigos, risas, viajes y recuerdos, muchos recuerdos. Y aunque en el fondo todo eso ya es parte de mí y eso nada ni nadie lo va a cambiar, cuando vuelves a tomar contacto con esa realidad, es como si te sintieses un extraño, como que ya no formas parte de eso, pasaste página y eres como un turista más, que vuelve pero no vuelve igual. Vuelves diferente, para recordar, para parar, pero no para quedarte, porque tú ya tuviste tu momento en ese sitio. Y ahora toca otro plan.
El caso es que siempre volvemos.
Siempre volvemos. Física o psicológicamente a eso que nos hemos aferrado a su recuerdo como algo único e indestructible en la vida. Y siempre se vuelve de una manera u otra siempre volvemos. Con una sonrisa en la boca.
Por volver a volver, Brighton.
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