APARENTEMENTE NO ME GUSTAN LOS LUNES.
De nunca han sido plato de buen gusto, al menos personalmente. Son inoportunos y maleducados. Aparecen de la nada robándote un todo.
No me gustan. Nunca lo han hecho, y ya no sólo por lo que conllevan, que no es el principio de la semana en sí. Si no porque más que empezar una, te recuerdan que has finalizado otra. Otra de tantas. Otra de tus maravillosas e irrecuperables semanas que cobraron su sentido el fin de… y de repente irónicamente empiezan a tener sentido en tu subconsciente cuando dejan de tenerlo para él, EL LUNES.
Odio los lunes, porque nunca aprendí a adaptarme a ellos del todo. Y por motivos desconocidos de la cultura húngara en un estudiante de Erasmus. Empiezan a tenerlo. Allí pasó a tener la importancia y el respeto que ese día de la semana merecía de mi. Los Lunes, eran sábados. ¿Os imagináis que maravilla? Y ahora…Ahora los odio más desde que se fueron. Desde que me volvieron a dejar ahí, recordándome de nuevo lo que un día terminó desde que empiezan ellos. Malditos Lunes. Que amor odio de relación tenemos.
Hoy y ahora, Lunes, me doy cuenta del porque esos altibajos con él. Inconscientemente estuvieron ahí, incordiando desde el ápice de conocimiento que en un niño cabe a la hora dé "volver al cole”. Hasta que dejan de ser inconscientes y se van haciendo notar con los años. Y de verdad. Cuando el Erasmus nos volvió a presentar pensé que teníamos futuro. Que allí si me estaba empezando a encandilar con ese sabor tan a Sábado. Hasta que él mismo, cualquier otro día que volvió (porque siempre vuelve) me hizo ver que dejó de ser mi día favorito de la semana, para ser lo que había sido siempre, Lunes.
Y el efecto rebote cuando volvió fue desmensuradamente tan doloroso como si de una traición se tratase. Un engaño vamos. Una infidelidad en toda regla. Con su desamor por él incluido. Y lo peor, que más odio los lunes cuanto más recuerdo lo que eran, porque lo echo de menos. Todo lo que conlleva, construido con esfuerzo durante toda la semana, para acabar coronándolo el fin de semana cual monumento. Y llega él, como si de una ola se tratase para tragárselo todo y así, guardarlo en ese interior de recuerdos y sentimientos que te escupe para volver a recordarte, que ya llega otra vez. Para volver a volver y hacerte construir otra semana de forzosos momentos, que acaban apilados en la misma estantería de memorables monumentos.
Echo de menos mis veintitrés, en el que este Lunes (que no el pasado), me recuerda que hoy se quedan atrás por una nueva cifra.
Un lunes más me despido de lo vivido esta semana tan imparable, para seguir apilando recuerdos de un valor incalculable, que hoy mi querido y odioso Lunes me recuerda la valía de apreciar lo inexplicable.
Y que me hace un favor por existir y acompañarme.
¡Feliz Lunes!
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