Y modo avión, como modo de vida.
Es curioso porque es en ese instante de desconexión, cuando más valoramos nuestras conexiones.
Tanto internas como externas. Cuando realmente te paras a pensarte a ti y a todo lo que engloba tu presencia en este mundo.
Lo que te ha llevado hasta ese punto de partida del que vuelves a salir. Pero esta vez la carrera es diferente y por su puesto la meta también.
Y aunque te sobre público que te adora desde la grada, a la misma vez los necesitarías contigo dando el impulso y acompañándote en cada paso. Aunque al final ahí solo estés tú por tu mérito y decisión propia.
De ahí eso de la adaptación. Adaptarse y acomodarse al cambio. No es la primera, y esta carrera continua. El reloj sigue girando. Y tú estás en el momento y en el sitio que en algún momento decidiste estar.
Llevaba mucho tiempo sin experimentar tantas sensaciones positivas en mi hogar. Me he recargado bien las pilas de sol, mar y amor. Y ahora toca continuar.
Alemania allá vamos. Una vez más.
Y para colmo en verano.
Ahora solo queda gestionar unos pequeños trueques con uno mismo. En ellos antepones lo conocido por lo inesperado. Tu hogar por uno diferente. Tú gente por auténticos desconocidos. Y a su vez el despedirse por seguir conociendo.
Y que difícil son las despedidas.
Tengo muchas ganas de esta nueva etapa pero me da un vértigo como el de estar aquí sentada en esta ventana a 40,000 ft.
Nos vemos pronto. Por seguir volviendo a volver.
